¿Para quién madurar?

Alguien, adulto, una vez me dijo que al crecer, al madurar, te dabas cuenta de que sí que tenías que actuar en cierta medida, en pro del pensamiento ajeno. Importarnos y cambiar un poco nuestros comportamientos, nuestras acciones para satisfacer al prójimo.

Por supuesto pensé en ello. Pienso y le doy vueltas a casi todo lo que me dicen. Y más cuando el mensaje es original. Y este sin duda lo es.

La experiencia es una buena arma para combatir la vida, eso no lo duda nadie. Los años te aportan sabiduría y con ello, trucos varios para no caer en errores cometidos previamente, o simplemente transmitirlos a una generación más joven, necesitada, aunque no ávida, de esos consejos.

Y es que la juventud nunca se ha importado mucho con lo que dicen los "mayores". No porque no nos importe en verdad lo que nos comunican. Si no porque consideramos un derecho y una obligación cometer fallos. Porque hay errores que hasta que admites que lo son, aportan mucho gozo. Y luego, cuando el peso cae, uno aprende mucho más que con las palabras ajenas.

En este caso, si al crecer me daré cuenta de que tendré que basar algunas de mis actitudes para que otro no se escandalice, entonces prefiero seguir con el pelo negro y el cuerpo sin cicatrices. Porque menos mal que mi vida la vivo yo. Porque menos mal que las catástrofes que haya podido causar, son causadas por mi auto-influencia. Menos mal que los caminos que he elegido, ya sean hacia un pantano fangoso, o una villa de primavera, los elegí yo. Sí, con consejos que tal vez influyeron mis decisiones, pero siempre teniendo la última palabra yo.


Madurar, en mi opinión, no es tener que darle el gusto a alguien que no eres tú, si no estar a gusto contigo mismo, por ser quien eres. 














PS: No olvidéis comentar. ¡Quiero vuestras opiniones ya sea por Facebook o por aquí!

Verborrea Inconexa

  ¡Hola, amigos verborreicos!


Los que me seguís en Facebook, sabréis que mi deseo de abrir un blog era casi imperativo. No por una cuestión de entretenimiento, pues estando en mi casa, si una cosa no me falta es eso: entretenimiento. Pero lo que sí me faltaba era un contenedor donde expulsar todos estos pensamientos que se me ocurren esporádicamente y que no me gustaría soltar en Facebook, por el hecho de no quedarse “juntos”, o en Twitter por el tema de los 140 caracteres.

Suena casi hasta malévolo decirlo, pero lo que escribiré aquí no será principalmente para vosotros, no será para nadie. Porque mi deseo primario es expulsar todas estas letras que se quedan acumulando moho en mí. Pero tampoco esconderé mis ganas de que comentéis y deis vuestro punto de vista de todo lo que “deposite” en Verborrea Inconexa.

 Creo que una de las cosas más increíbles de tener un blog, son la cantidad de cosas que acaban llegando a la gente. No digo que haya cambiado la vida de nadie con alguna entrada, pero sí que he llevado a la reflexión, a la toma de decisiones de cierta importancia y provocar sentimientos varios. ¿No es eso bonito? ¿Solo por eso no vale la pena compartir lo que hay en tu cabeza?

Eso sí, no será un espacio para todo el mundo.  Prefiero y quiero que deis la vuelta los siguientes tipos de personas: los fanáticos religiosos, los que al escuchar la palabra “pene, seno o sexo” se sonrojen y mentalmente me tachen de depravado. Los machistas, retrógrados, homófobos, racistas e intolerantes. Los que su opinión vale más que la mía por tener más años, los pseudo-intelectuales creídos y los de moral superior.  Porque este no será siempre un blog políticamente correcto en todos los sentidos. No será el clásico ecosistema virtual donde encontraréis textos dóciles y de digestión leve. Tampoco digo que será hardcoore, con ideas que asustarían hasta al mismo Marylin Manson, no os preocupéis, copón.

Ya estáis avisados. Ya sabéis, más o menos, lo que habrá en Verborrea Inconexa. Un hueco mudo de mi mundo. Una ventana hacia mí.

¡Hasta luego!

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