Salgo intenso en la foto, no me escondo |
Recuerdo
que desde muy pequeño, fui creciendo con las melodías en la guitarra acústica
de mi padre. En la iglesia, en casa, en todas partes podía escuchar las
melodías del instrumento y vocales que soltaba hacia fuera. Y me encantaba
escucharle tocar horas y horas.
Pero de
mi familia, no solo mi padre tenía el don para este instrumento en cuestión, si
no que mi abuelo y mi tío Walber (sí, es como Walter pero con “B”) también eran
unos virtuosos.
Y a mí
siempre me gustó mucho mucho la música. Siempre tenía un fuerte furor interno
que solo sabía sacarlo cantando. Pero me faltaba algo. Quería
acompañar mi voz de música que yo haría, que yo compusiera.
Pedí a
mi padre que me enseñara, pero por la falta de tiempo, las “clases” se daban
cada mucho tiempo y acababa sin aprender nada. Así que hice lo que mucha gente
ha hecho: aprender solo.
Y gracias a internet y muchas horas de práctica, acabé adquiriendo un nivel base
en más o menos 3 meses.
Pero
sería injusto decir que aprendí a tocar solo por “tradición” familiar, o por
componer mis propias canciones, si no que también lo hice por el tema de
conquistar a las chicas. Y es que no es leyenda que el cantautor liga bastante.
Yo no diría tanto ligar, si no que llama la atención. La guitarra lo que te
proporciona es que si estás en un encuentro social y hay alguien que está tocando, éste sea el protagonista. Si ese “don” no se acompaña de un físico
medianamente aceptable y una personalidad mínimamente agradable, da igual que
cantes baladas varias de Scorpions, que va a dar igual.
Vi mi
nueva “capacidad” artística como un hobbie, o como una arma de seducción, hasta
que mi vida cambió y con ella, mi percepción de lo importante que era esta
habilidad.
Al venir a Brasil, no traje la guitarra acústica, pues era de mi padre y muchas se
solían romper en el viaje, así que decidimos conjuntamente dejarla ahí. Ya
conseguiríamos alguna por estos lares.
Pero el
tema fue que pasé varios meses sin una. Y no imagináis cómo recordaba el placer de tocar un
acorde detrás del otro, sin saber previamente que al emparejarlos conseguiría
una sucesión musical tan bonita. Cómo recordaba aquél sabor que se queda en la
boca al terminar una canción que te morías por tocar desde hace un buen tiempo…
Crié
una dependencia increíble por la guitarra, justo cuando estaba sin ella. Mi
vida no estaba bien, me sentía casi depresivo, y sin embargo sabía que mucho se
resolvería con poder tener este instrumento entre mis manos.
Y así
fue, pues unos meses después mi padre y tío (aquél que es casi un "Walter") me regalaron una vieja, que
actualmente está en sus últimos meses de vida, pero que aportó luz a un momento
en el que todo era tristeza, melancolía y pesimismo. Así empezó una historia de
amor de verdad entre la música, la melodía, la guitarra acústica y yo.
Los que aman la música y saben tocar algún instrumento, saben de lo que hablo. Saben que un día gris puede parecerlo menos, si al llegar en casa coges tu "artefacto" y tocas aquella canción que te produce un placer sin igual. Saben que no hay cosas que aportan mucha más satisfacción que crear una pieza musical que habla de tus sentimientos o de tu vida. Saben que cuando empiezas, no puedes volver atrás, pues cuando te encariñas con él, en mi caso la guitarra, estás pactando una relación eterna entre los dos.
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