Alguien,
adulto, una vez me dijo que al crecer, al madurar, te dabas cuenta de que sí
que tenías que actuar en cierta medida, en pro del pensamiento ajeno.
Importarnos y cambiar un poco nuestros comportamientos, nuestras acciones para
satisfacer al prójimo.
Por
supuesto pensé en ello. Pienso y le doy vueltas a casi todo lo que me dicen. Y
más cuando el mensaje es original. Y este sin duda lo es.
La
experiencia es una buena arma para combatir la vida, eso no lo duda nadie. Los
años te aportan sabiduría y con ello, trucos varios para no caer en errores
cometidos previamente, o simplemente transmitirlos a una generación más joven,
necesitada, aunque no ávida, de esos consejos.
Y es
que la juventud nunca se ha importado mucho con lo que dicen los "mayores". No
porque no nos importe en verdad lo que nos comunican. Si no porque consideramos un
derecho y una obligación cometer fallos. Porque hay errores que hasta que
admites que lo son, aportan mucho gozo. Y luego, cuando el peso cae, uno aprende mucho más que con las palabras ajenas.
En este
caso, si al crecer me daré cuenta de que tendré que basar algunas de mis
actitudes para que otro no se escandalice, entonces prefiero seguir con el pelo
negro y el cuerpo sin cicatrices. Porque menos mal que mi vida la vivo yo. Porque
menos mal que las catástrofes que haya podido causar, son causadas por mi auto-influencia. Menos mal que
los caminos que he elegido, ya sean hacia un pantano fangoso, o una villa de
primavera, los elegí yo. Sí, con consejos que tal vez influyeron mis
decisiones, pero siempre teniendo la última palabra yo.
Madurar,
en mi opinión, no es tener que darle el gusto a alguien que no eres tú, si no
estar a gusto contigo mismo, por ser quien eres.
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1 comentarios:
No lo podías haber expresado mejor. ... aunque maduramos sin remedio alguno y con la edad nos volvemos más convencionales
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